sábado, 28 de noviembre de 2009

Camila

“¡Emisario del Averno! ¡Ave o ente del infierno!
¡Oh profeta!” —dije— “enviado por Luzbel al triste hogar,Donde horror siniestro mora!
Dile a mi ánima que implora
Por la pálida Leonora, si hay un bálsamo en Galaad
¿Para alivio de mis penas, hay un bálsamo en Galaad?”
Dijo el cuervo: “Nunca más”
El cuervo (Edgard A. Poe)



Ésa le había parecido a Camila, una mañana como muchas otras. Cálida, húmeda, pesada. Se había despertado con los ojos húmedos, como siempre le sucedía cuando soñaba con él.
Se levantó de un salto y se precipitó al baño. Desde la ducha pudo escuchar el insistente repiqueteo del despertador, que había olvidado apagar. Dejó que el agua se deslizara sobre su cuerpo, ahuyentando los recuerdos del sueño...
No tenía hambre, sólo bebió una generosa taza de café negro, comería algo después.
Se vistió deprisa, sentía la cabeza embotada. En esa zona gris entre el despertar del sueño y la lucidez necesaria para enfrentar un día más, la imagen del hombre la perseguía, como una obsesión.
Luciano...
Salió del departamento, subió al auto y enfiló en dirección a la clínica.
Al llegar, primero pasó por la guardia y luego subió a las salas del primer piso. En la rutinaria tarea del control de los enfermos y en revisar resultados de análisis, transcurrió media mañana
Cuando ya casi terminaba, se encontró frente a frente con el director de la clínica. Morrison la miró fijo, con esa su mirada inescrutable, y le dijo con tono inexpresivo —Camila, te espero en mi despacho en media hora.Ella sintió una repentina alarma. Deseando postergar ese encuentro...


El texto completo del cuento, que es mi primer cuento impreso, se encuentra
publicado en NM3
http://www.revistanm.com.ar/content/003/index.html

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